¿Quién cuenta mi historia?

Posted by Bidueño in Colaboraciones | 0 comments

Desde hace algunas semanas tengo clavada en la retina la imagen de la actriz Jennifer Lawrence en la última edición de la entrega de los premios Oscar (la pueden ver aquí,). Verla saltando entre butacas con una copa de vino en la mano me ha hecho pensar en lo importante que son las referencias para nuestros gustos y nuestras decisiones como consumidores. A mi me gusta ese gesto gamberro, informal y contradictorio y estoy convencido que vende más vino que muchas campañas de las que encargamos hoy en día. Su expresión pilla y gesto irreverente con el protocolo establecido, es una imagen muy explotable desde el punto de vista del marketing y una referencia para jóvenes.

Nosotros somos influenciables. Buscamos ídolos a los que imitar y parecernos (incluso de adultos, aunque no lo hagamos de forma tan evidente…o a lo mejor yo soy un poco inmaduro, no sé). En cualquier caso, es evidente que el público joven busca modelos a los que imitar y en eso se ha basado el marketing para dar visibilidad a todo tipo de productos. Seguro que se le vienen a la cabeza momentos de películas de cine y programas o series de televisión en que se aprecian de forma evidente productos alimenticios, ropa o productos de lujo – ¿Quien no recuerda los automóviles en que James Bond persigue a los malos? -, revistas llamadas de sociedad en la que se hacen reportajes fotográficos donde prima los trapillos de las famosos. En este sentido, siempre me llamó la atención la inversión que hizo la industria tabaquera en los años treinta, cuarenta y cincuenta del siglo pasado, cuando firmaron acuerdos con las grandes productoras como Paramount y Warner para que actores como Clark Gable, Spencer Tracy, John Wayne o Humphrey Bogart fumaran en sus películas. Esto se prologó décadas después y sirva como ejemplo el siguiente dato: entre 1979 y 1983, la compañía Brown & Williamson Tobacco, el tercer fabricante de cigarrillos de Estados Unidos, invirtió en torno a 840.000 euros para que sus marcas apareciesen en veintidós películas. Un pastón.

La publicidad indirecta o por emplazamiento es una técnica habitual en el marketing, la vivimos a diario y los personajes públicos reciben sustanciosos dividendos (en dinero o en especias) por prestarse a usar uno u otro producto. Esto ha funcionado siempre y se ha convertido en la forma de vida de famosos y, en los últimos tiempos, con el gran desarrollo de las redes sociales, han consolidado la figura de los influencers. Un influencer es una persona que cuenta con cierta credibilidad sobre un tema concreto, y por su presencia pública puede llegar a convertirse en un prescriptor interesante para una marca. Todos tenemos presente los casos de Robert M. Parker o José Peñín y hechos puntuales como que un vino tinerfeño sea elegido para ser servido en una cena de Barack Obama o como el famoso cocinero José Andrés hace que se agoten las existencias de un vino con solo publicar un tweet en el que afirma sobre él: “my WINE of the Summer”.

Esto se ha ido popularizando por el gran Boom de las redes sociales y encontramos jóvenes con significativos número de seguidores que ofrecen la posibilidad de hablar de nuestras marcas. A mi entender esto ha llegado convertirse en una plaga, presionando e incluso llegando en algunos casos de prácticas abusivas (me han dicho que no diga chantaje), que, en la mayoría de los casos, no tiene el efecto publicitario que se debería esperar. Tengo la sensación que estos youtuber o Instagrammer, como se autodenominan, lo que si han conseguido es promocionar un modelo de negocio, pero poco más, ya que cada vez hay más personas que pretenden hacer de esto una forma de ganarse la vida, aunque, volviendo a la definición, no ofrecen mucha credibilidad.

Utilizar influencers o prescriptores para dar visibilidad a nuestros productos puede seguir siendo una buena idea pero siempre seleccionado bien las personas e identificando aquellos que por sus valores, estilo y tono se asemejen a nuestro negocio, a nuestra estrategia, a lo que queremos contar. Elijamos bien a los que van a hablar de nosotros, busquemos personas con capacidad de generar opinión y reacciones en otros usuarios pero que sepan de nuestro sector. Busquemos la calidad frente a la cantidad. Y, por favor, no olvidemos que para que esto funcione debemos tener una historia que contar. Una historia que que, por su puesto, tenga credibilidad y lógica, pero sobre todo, emoción. Y las personas que van a hablar de ella se la deben creer, sentirla como suya propia. ¿No creen?

Posdata: Mientras escribía este post mi amigo Francis Ortiz sacó uno sobre el mismo tema. Y me ha gustado saber que tenemos opiniones coincidentes.

Publicado originalmente en el Blog de la Denominación de Origen de Vinos Tacoronte-Acentejo en el mes de mayo.

Imagen: pixabay.com

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